lunes, 27 de febrero de 2012

Antonio José de Sucre y Juan Francisco de León

Antonio José de Sucre

Antonio José de Sucre


Nació: Cumaná, 3 febrero 1795
Murió: Montañas de Berrueco, 4 Junio 1830
Oficial (general en jefe) del Ejército de Venezuela, Colombia y Ecuador, Gran Mariscal de Ayacucho (Perú). Presidente de Bolivia. Político y estadista. Hijo del teniente Vicente de Sucre y Urbaneja y de María Manuela de Alcalá y Sánchez. Se le considera el militar más completo y cabal de los próceres de nuestra Independencia. Fue un paradigma en el estricto cumplimiento de su deber; era inflexible, duro y justo. Su padre, sus 2 abuelos y 4 bisabuelos y los más de sus tatarabuelos, fueron militares. Perdió su madre a los 7 años. Adolescente fue enviado a Caracas al cuidado de su padrino el arcediano de la catedral, presbítero Antonio Patricio de Alcalá, para iniciar estudios de ingeniería militar en la Escuela de José Mires. En 1809, con su hermano Pedro y otros jóvenes, integró como cadete la compañía de Húsares Nobles de Fernando VII, en Cumaná, unidad organizada por Juan Manuel de Cajigal y Niño, gobernador de la provincia de Cumaná.
En 1810, la Junta de Gobierno de Cumaná le confiere el empleo de subteniente de milicias regladas de infantería. Este grado fue ratificado por la Junta Suprema de Caracas el 6 de agosto de ese mismo año. En 1811 desempeña en Margarita el cargo de comandante de ingenieros. El 31 de julio de ese año recibió el despacho de teniente. En 1812 se halla en Barcelona, en calidad de comandante de la artillería. Allí, el 3 de julio del citado año, junto con otros ciudadanos notables, firmó el acta de la junta de guerra que se reunió aquel día para resolver lo conducente a la seguridad de la República, a raíz de los acontecimientos en Caracas (ofensiva de Domingo de Monteverde) y la ocupación de Cúpira por un grupo de partidarios de Fernando VII. 

Estudió matemáticas y fortificaciones en la escuela de Ingenieros de Caracas en 1808. Al caer la primera república emigró a Trinidad, de donde regresa en 1813, bajo las órdenes de Mariño. Es nombrado Coronel en 1817, por el mismo Simón Bolívar. En 1821, es nombrado Jefe del ejército del Sur de Colombia, en donde logra la independencia de las provincias de Ecuador en las batallas de Río Bamba y Pichincha. Participa en la batalla de Junín y gana la batalla de Ayacucho en 1824, al mando del ejército unido, con lo cual logra el título de Gran Mariscal de Ayacucho. En 1825, ocupa el territorio del Alto Perú, que se independiza del gobierno de Buenos Aires, adaptando el nombre de Bolivia. El congreso del recién fundado país, encarga a Bolívar la elaboración de su constitución. Sucre fue el primer presidente de Bolivia, cargo que ocupó por dos años.
Capitulación de Ayacucho


Capitulación de Ayacucho
Como lo expresa muy bien el historiador Tomás Polanco Alcántara, "el símbolo de la continuidad de Bolívar era Antonio José de Sucre. Paulatinamente, por su talento personal, por sus dotes intelectuales y por su espíritu altivo, digno y limpio, Sucre se fue convirtiendo en el complemento indispensable de Simón Bolívar. [...] Respetado por los argentinos, los chilenos y los peruanos, admirado por los bolivianos y quiteños, sin enemigos en Venezuela y en la Nueva Granada y con todos sus antecedentes, Sucre estaba destinado a ser el natural sucesor de Bolívar".
Martín Tovar y Tovar: Batalla de Ayacucho


Martín Tovar y Tovar: Batalla de Ayacucho

La vida de Sucre fue un luchar continuo. Combatía contra las fallas humanas, contra los elementos, contra las distancias. Su preocupación por los servicios, por la eficiencia administrativa, llenó muchas de sus horas. Fue indoblegable en su actitud vigilante por la probidad. Castigaba sin vacilar, con rigor extremo, crímenes, vicios y corruptelas, pero fue magnánimo con enemigos y adversarios vencidos. Sobre todo resaltan en Sucre sus conceptos del patriotismo americano, del honor, de la gratitud y la lealtad. En la última carta de Antonio José de Sucre a Simón Bolívar, escrita en Bogotá el 8 de mayo de 1830, consta "...el dolor de la más penosa despedida...", y asÍ de su propia mano escribe: "No son palabras las que pueden fácilmente explicar los sentimientos de mi alma respecto a Vd.: Vd. los conoce, pues me conoce mucho tiempo y sabe que no es su poder, sino su amistad la que me ha inspirado el más tierno afecto a su persona. Lo conservaré, cualquiera que sea la suerte que nos quepa, y me lisonjeo que Vd. me conservará siempre el aprecio que me ha dispensado. Sabré en todas circunstancias merecerlo. Adiós, mi general, reciba Vd. por gaje de mi amistad las lágrimas que en este momento me hace verter la ausencia de Vd. Sea Vd. feliz en todas partes y en todas partes cuente con los servicios y con la gratitud de su más fiel y apasionado amigo"
Probablemente por esto en la reforma constitucional de 1830 en la Gran Colombia, sus enemigos logran poner la norma que para ser presidente o vicepresidente se debían tener 40 años (Sucre tenía 35). Y también es muy probable que esto haya sido la causa de su asesinato. Con Sucre vivo, continuaría la visión política de Bolívar y la unidad de la Gran Colombia. Es asesinado de un disparo en Berruecos. Bolívar dijo: "Lo han matado porque era mi sucesor".
Muerte de Sucre en Berruecos


Muerte de Sucre en Berruecos

Juan Francisco de León



Juan Francisco de León (El Hierro (Canarias), 19 de marzo de 1699 - San Fernando (Cádiz)2 de agosto de 1752) fue un comerciante canario que tuvo una destacada actuación en la historia colonial venezolana, al liderar una revolución popular en contra del monopolio comercial que tenía la Compañía Guipuzcoana en la Provincia de Venezuela a mediados del siglo XVIII.}
Juan Francisco de León nació en la isla de El Hierro, la más suroccidental de las Islas Canarias, en el seno de una familia numerosa. Emigró a Venezuela en la primera mitad del siglo XVIII fijando su residencia enCaracas, en la zona de la plaza La Candelaria, donde vivió con su esposa Lucía García y tuvo una descendencia de 14 hijos, dedicándose a la agricultura del cacao. Fundó la población de Panaquire el 4 de marzo de1734, en la región de Barlovento, en la provincia de Caracas. En 1744, el gobernador lo nombra comisario de la jurisdicción real del valle de Panaquire con facultad de hacer sumarias, prender personas y conocer de las causas civiles y criminales contra cualquier individuo. Este nombramiento lo lleva a residenciarse en forma permanente en el valle y le permite el descubrimiento de nuevas tierras hacia la zona de El Guapo.
La posición monopólica de la Compañía Guipuzcoana y los bajos precios que ésta impuso al cacao cultivado por los agricultores de Panaquire hizo florecer el contrabando, avalado por de León, como método para mejorar los ingresos y la calidad de vida de sus habitantes. Enterado de esta situación, el nuevo gobernador de la provincia, Luis Francisco de Castellanos (1747-1749), por sugerencia del factor de la Compañía Guipuzcoana Juan Manuel Goyzueta, designa el 7 de marzo de 1749 a Don Martín de Echeverría con el título de cabo de guerra y teniente de justicia de Panaquire. Buscando la aniquilación del contrabando de cacao, dicha designación desplaza a de León de su cargo, pero profundizando una desigualdad social existente en las colonias españolas de la época: canarios, pardos y mulatos eran relegados al último estrato social, en beneficio de vascos ycastellanos.


Molesto por el nombramiento de un vasco como reemplazante suyo y temeroso de perder la relativa prosperidad que el contrabando traía a la región, Juan Francisco de León promueve un levantamiento en 1748 contra los intereses y el dominio monopolístico de la Compañía Guipuzcoana en cuanto al comercio del cacao, apoyado por la población barloventeña, compuesta mayoritariamente de esclavos, zambos, pardos y canarios, habiendo adquirido algunas armas y municiones a comerciantes holandeses de Curazao, naturalmente a través del contrabando de cacao. Luego de algunas acciones exitosas y un gran apoyo popular, entra a Caracas, provocando la huida de Echeverría, pero finalmente el gobernador Felipe Ricardos logra someterlo y el 28 de marzo de 1752 es enviado como prisionero a la prisión de la Carraca en Cádiz; allí Juan Francisco de León contrajo viruela y murió el 2 de agosto de 1752.

Declarado traidor por Felipe Ricardos, su casa en La Candelaria fue arrasada y sembrada con sal, para que ni la hierba creciese. El 25 de septiembre de 1753, y sobre sus ruinas, se colocó un padrón de ignominia que rezaba así:
«Esta es la justicia del Rey Nuestro Señor mandada hacer por el Excelentísimo Señor Don FPE RICARDOS. TTE. GENERAL DE LOS EJERCITOS de su majestad su Govr y CAPNA General de esta provincia de Caracas – con Juan Francisco de León, amo de esta casa, por pertinaz, rebelde y traidor a la Real Corona y por ello reo. Que se derribe y siembre de sal por perpetua memoria de su infamia.»
Este padrón fue demolido luego de declarada la independencia de España, en 1811, siendo posteriormente sus terrenos devueltos a los descendientes de Juan Francisco de León y su memoria exaltada, en homenaje a su lucha reivindicatoria por una sociedad más justa. Aunque su movimiento no fue de carácter independentista ni contrario a la autoridad del Rey de España, el fuerte componente social que tuvo lo convierte en un hito importante dentro de los antecedentes que posteriormente llevarían a la independencia de las colonias españolas en América. En la actualidad una placa ubicada al frente de lo que era su casa, honra su memoria en Caracas.
La rebelión encabezada por Juan Francisco de León puede caracterizarse como un movimiento de protesta abanderado por los pequeños cultivadores isleños de Barlovento, que apenas habían comenzado la roturación de sus tierras y sus plantaciones con un reducido número de esclavos que se sentían víctimas de las restricciones y limitaciones impuestas para dar salida a sus producciones, y de la política hostil de la Gobernación contra sus fundaciones. Vieron en la deposición de León por Martín de Echevarría un claro intento de control del contrabando que había sido la única posibilidad rentable que tenían.
En 1739 España rompe relaciones diplomáticas con el Reino Unido. Es la llamada Guerra de la Oreja o de la Sucesión Austriaca (1739-1748), un conflicto de larga duración de graves consecuencias de todo orden en la sociedad venezolana. Una de las primeras fue la supresión del asiento británico. Su finalización se tradujo en un doble impacto en la provincia de Caracas, y en particular en Barlovento y las áreas cacaoteras. Primero dejó a la Guipuzcoana como virtual monopolista, con la excepción del registro anual de Canarias, lanzándola a intentar monopolizar el rico mercado mejicano. En consecuencia los precios cayeron desde el récord de 1735 de 18 pesos, a los 12 de 1739, los 9 de 1741 y los 5 de 1749, cuando la protesta culminó en la rebelión de Juan Francisco de León. La segunda consecuencia repercutió directamente sobre los pequeños cultivadores. Mientras que los grandes propietarios del Alto Tuy disponían ya de un número considerable de esclavos, comenzaban a incrementar su reproducción y tenían sus plantaciones a pleno rendimiento, los inmigrantes apenas habían comenzado a roturarlas en Barlovento y se les restringían las posibilidades de adquirirlos.


La mayoría de los colonizadores del Bajo Tuy y del Yaracuy eligieron el contrabando antes que aceptar la nueva situación. El comercio ilegal de cacao era una práctica tan vieja como su tráfico, pero después de 1739 era la única alternativa para la primera generación de plantadores si no querían perder sus haciendas. Una necesidad que no era tan obvia para los hacendados que podían vender directamente sus granos en el mercado novohispano. Estos estaban afectados en la medida en que sus esclavos sustraían parte de él y lo vendían furtivamente para comprar aguardiente, comida y ropas. Al no vivir en sus haciendas contrataban mayorales que en su mayoría eran pardos e incluso esclavos. Preferían servirse de agentes de la autoridad como los Tenientes de Justicia para guardar el orden. La tradición fue alterada en 1738 cuando una Real Cédula aumentó las prerrogativas del Gobernador. A partir de ella podía nombrar o cesar a los Tenientes de Justicia sin la aprobación de la Audiencia. Una prerrogativa cuyas consecuencias se vieron en 1741 en la rebelión de San Felipe a raíz del nombramiento para ese cargo de Basaba sal por el Gobernador Zuloaga, que levantó a diferentes sectores sociales de ella, encabezados por su elite rectora isleña con Bernardo Matos a la cabeza y con la activa colaboración de contrabandistas y pulperos de ese origen. La insurrección fue de tal gravedad en un conflicto bélico de tales proporciones y con la armada británica en la costa, que Zuloaga se vio obligado a pactar con la mediación del futuro Arcediano de Caracas, el palmero Bernardo Acosta Romero. Este vasco, que gobernó la provincia entre 1737 y 1747, fue un adalid de la Guipuzcoana. En 1739, cuando fue transferida a la jurisdicción del Virreinato de Nueva Granada, ejerció el privilegio de nombrar y cesar a los Tenientes debido a la distancia y la guerra con Inglaterra. La Corona, gracias a la influencia de la Compañía en el Consejo de Indias, lo reafirmó en 1742. Al año siguiente la colonia vivió un momento de extrema gravedad. Una escuadra británica al mando del almirante Charles Knowles sitió la Guaira y Puerto Cabello hostigando sus costas con promesas de liberar a los criollos de la empresa monopolista, lo que demuestra la animadversión reinante. El diario de la expedición no tiene desperdicio. Su misión era hacer saber a los habitantes del país que el inglés no venía a despojarlos de sus derechos, religión o libertades, sino que recibirían de nosotros una mayor seguridad y más felicidad que bajo la tiranía y crueldad de la Compañía Guía pesco (sic), de la que los veníamos a libertar. En virtud de estas órdenes, nosotros deberíamos tomar como botín cualquier cosa que en tierra o mar perteneciese a la mencionada Compañía1. El encono contra Zuloaga y la Guipuzcoana estaba presente en tales sucesos hasta el punto que años después León recordaría su huida de La Guaira y la defensa del puerto por los vecinos y patricios de la tierra al mando del jefe de la fortaleza Mateo Gual y de las milicias capitaneadas por los isleños Domingo Francisco Velázquez y José Hernández Sanabria. Por contra resultó el título de Excelentísimo a dicho Gabriel de Zuloaga, sin haberlo merecido2. Igual incuria se aprecia en la defensa de Puerto Cabello por las de Aragua, silenciada para proporcionarle todas las glorias y prorrogarle, como recoge Terrero, cinco años de gobierno y el grado de Teniente General, mientras que quienes estaban a su frente, los hermanos Gaspar y José Lorenzo de Córdoba, promotores en 1749 de la rebelión, se les prepara de aquí a breve tiempo, en una ignominiosa prisión, el premio y el honor que se merecían de tan celebrada victoria3. La enemistad entre vascos e isleños hace correr rumores sobre la dudosa fidelidad de éstos, como se desliza en un poema épico impreso en México en 1743 por el vasco Francisco de Echavarri y Ugarte, Oidor de su Audiencia, cuyo objetivo era exaltar las glorias de Zuloaga y Cantabria. En una de sus octavas reales se menciona un papel de Knowles dirigido a los isleños defensores de Puerto Cabello incitándoles a la rebelión contra la opresión vizcaína.
intergrante: karen ochoa # 1
referencias bibliograficas